martes, 11 de septiembre de 2012

Aborígenes de la Selva Amazonas

Es imposible conocer el número de indios que poblaban la cuenca a la llegada de los conquistadores españoles y portugueses. Pero es seguro que ya entonces no serían muchos, dadas las precarias condiciones de vida y las pocas posibilidades que para la alimentación ofrecía la selva. Cada aldea, de unas 100 personas más o menos, necesitaba grandes extensiones para sobrevivir, produciéndose continuas guerras entre vecinos que mantenían la población en límites aceptables.
Pero la llegada de los conquistadores introdujo un nuevo factor de desequilibrio: el de las enfermedades desconocidas, ante las cuales los indios mostraron una especial sensibilidad. La consecuencia fue que tribus enteras quedaron diezmadas. A esta causa principal habría que añadir la del impacto de la civilización al desarraigar a las tribus indígenas de sus modos de vida tradicionales. Igualmente hay que hacer constar las muertes violentas producidas en los diversos intentos de colonización, sobre todo las causadas, desde comienzos del siglo XX, por los “seringueros”, los recogedores de látex para la producción de caucho, y después por los “garimpeiros” o buscadores de oro y diamantes. La última fase en este declinar de la población indígena se está produciendo con la construcción de la carretera transamazónica, destinada a unir las costas atlánticas con la frontera peruana a lo largo de 5.400 Km. a través de la selva.
En vista de todo ello, el gobierno brasileño creó la Fundación Nacional de Indio (FUNAI), a fin de velar por sus derechos pero en la práctica esta institución ha resultado inoperante. Sólo el clamor y la protestas de mucha gente y el quehace inçesante y abnegado de los hermanos Villa Boas consiguió, en 1961, que se crease e Parque NacionalXingú, en el estado d Mato Grosso, donde se refugiaron alguna tribus en peligro de extinción. Hoy se estima que en los siete millones d< kilómetros cuadrados de la cuenca amazónica hay todavía alrededor de 100.000 indios divididos en unas 150 tribus que se reparten en poblados de unos 60 habitantes.
Mantienen los modos de vida tradicionales, viviendo en «malocas» o chozas, dispuestas ex círculo, que cobijan a tres o cuatro familias y dedicándose a la pesca, a la caza y a cultivó de la mandioca y, en menor medida al del maíz y tabaco. Entre las tribus amazónicas más conocidas se encuentran los jíbaros de los contra fuertes andinos del Ecuador y Perú; loa yanomanos de la vertiente norte de la cuenca, entre Venezuela y Brasil; los amahuacas de las regiones peruanas y brasileñas, entre los ríos Ucayali y Purúa; lcexikrin del sureste de la Amazonia; los xingi~ del parque del mismo nombre, etc. De todos ellos, los jíbaros, famosos por su costumbre de reducir las cabezas de sus enemigos muertos, son los más numerosos.
El hombre blanco, con sus intentos de colonización, se hace presente en algunas pocas poblaciones asentadas a lo largo del curso principal del Amazonas y que son núcleos para la comercialización de los productos de la selva y una especie de avanzadillas de la civilización. Santarém, en la desembocadura del Tapajoz, Manaus, en la del Negro, e Iquitos, poco después de la confluencia del Marañón y el Ucayali, son los únicos centros que merecen el calificativo de ciudades. Su comunicación con el mundo exterior sólo es posible por el aire o por el río. El porvenir de esta inmensa cuenca amazónica, uno de los pocos lugares de nuestro planeta que todavía encierra secretos para el hombre, aparece aún rodeada de muchos interrogantes. La ya citada carretera transa masónica, pese al mal que está haciendo a la población autóctona, ayudará a despejarlos en parte.
No es probable que ayude a fomentar la agricultura o la ganadería, pues, como ya hemos dicho, la fertilidad de esta selva es consecuencia de su clima y no de la tierra. Pero quizás permita llegar a determinados lugares hasta ahora inaccesibles en cuyo subsuelo es posible que existan grandes riquezas minerales. Pero ¿valdrá la pena hacer todo eso? Significará también mucha destrucción. Y el hombre, ese gran creador de bellezas y de maravillas artísticas, tiene asimismo el deber de salvaguardar as maravillas naturales.

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